#TalentosDeLiga: Camila Suárez y Agustín Pérez Tapia
Con sólo 20 años suma importantes experiencias que la llevaron a brillar en Obras y ser convocada a la Mayor. Un recorrido por la historia de uno de los prospectos más interesantes del básquet nacional.
“Estar en la Selección mayor es uno de mis sueños, al principio era como que no caía, pero ahora que estoy a días de la concentración tengo mucha ansiedad de que llegue el día, muchas ganas de estar ahí”.

Con tan solo 20 años, Camila Suárez ha atravesado cuatro temporadas de Liga Nacional, un Mundial U19 y unos Juegos Olímpicos de Playa 3×3, entre otros torneos que le aportaron una vasta experiencia pese a su edad. A días de vivir su primera convocatoria como mayor en la Selección liderada por Gregorio Martínez, Cami repasó cómo fue su carrera deportiva hasta el momento en una charla con Prensa CAB: “Comencé a jugar al básquet a los 7 años, en el Club Almafuerte de Concepción del Uruguay. Mi mamá trabajaba cerca, una tarde decidió llevarme a entrenar y ver si me gustaba. Desde ese día ya me decidí a practicarlo porque me gustó mucho”.
Desde muy joven tuvo la posibilidad de medirse con las mejores del país, tras jugar durante toda su infancia en Almafuerte, un club que le mostró por primera vez el deporte y le permitió enamorarse de la naranja. En el año 2015, a sus 15 años, vistió por primera vez la camiseta de Tomas de Rocamora. Fue en la segunda edición del Torneo Federal Femenino de Argentina, certamen en el que las rojas lograron pasar la primera fase pero finalizaron su participación en la segunda, cerrando el campeonato con un récord de 2-4. Luego de este primer desempeño nacional continuó en el equipo: “Jugué en 2016 la SuperLiga Femenina, mientras jugaba los torneos locales para mi club Natal. En el 2017 seguí la carrera en Rocamora jugando para mi categoría y la Liga Nacional de primera hasta el 2019”.
Entre Ríos es su casa y como jugadora tuvo la oportunidad de vestir la camiseta de la provincia en varias ocasiones. Sus torneos más destacados, en los que gritó campeón, fueron el Argentino de Selecciones en 2014 y los Juegos de la Región de 2015.
Cuatro temporadas de Liga Nacional
Sobre sus primeros pasos en la Liga Nacional Femenina, Suárez recuerda su debut: “Fue vs Lanús, tenía muchos nervios y ansiedad, pero tenía compañeras de mucha experiencia que trataron de que sacara afuera mis nervios. Traté de dar lo mejor de mí cuando estuve en cancha”. Su presentación fue el 6 de mayo del 2017 en la derrota de Rocamora ante las Granates por 68-52. Cabe mencionar que unos años después vestiría la camiseta del conjunto bonaerense en el Federal Femenino, instancia en la que supo coronarse campeona.
La jugadora nacida el 12 de julio del 2000 jugó un total de 49 partidos en cinco torneos disputados con las entrerrianas en la Liga Femenina a lo largo de tres años. En el 2019, su última campaña, promedió 17,1 puntos (33,8% de efectividad en triples), 4,6 rebotes, 2,6 asistencias y 1,7 robos en 33,6 minutos. “Mi experiencia fue buena, siempre me dieron la posibilidad de jugar y tener minutos en torneos de primera a tan corta edad y que de esta manera pueda ir desarrollandome como jugadora”, aseguró Camila sobre su paso por el conjunto de Concepción del Uruguay.
Luego, tuvo la oportunidad de cruzar el charco para ayudar a Bohemios de Uruguay a consagrarse en la liga local. Su gran paso por Tomas de Rocamora y su rendimiento en el país vecino hizo que Obras Sanitarias se fijara en ella como refuerzo para la 2020. Suárez recuerda su decisión de dejar su ciudad natal para mudarse a ‘la gran ciudad’: “Las posibilidades se van dando de a poco, yo en eso soy muy paciente. A fines del 2019 se comunicaron conmigo y mi representante desde Obras para ver la posibilidad de sumarme. La verdad que me encantó la propuesta porque es un gran club para poder seguir desarrollandome como jugadora y persona. El cambio lo sentí muy positivo, a pesar de estar lejos de casa me fui adaptando super bien y me han hecho sentir muy cómoda”. Pero la 2020 nunca llegó, el torneo debió cancelarse debido a la pandemia del COVID 19 y Camila tuvo que continuar su entrenamiento en casa esperando la oportunidad de volver a la actividad para debutar con su nueva camiseta.
Luego de un año de aquella cancelación, y dos años después del cierre de la temporada 2019, la pelota volvió a picar el pasado 13 de febrero con el comienzo de la Liga Femenina 2021. Obras debutó con derrota ante Tomas de Rocamora, el antiguo equipo de Camila. En aquel encuentro la base-escolta se destacó sumando 31 puntos, 10 rebotes y 4 asistencias,. Su desempeño nunca bajó desde aquel cotejo inicial: tras dos meses de competencia cerró el torneo con un promedio de 18,5 puntos, 6,2 rebotes, 3,5 asistencias 2,1 robo 18,5 minutos y 17,7 de valoración por partido. “La verdad es que fue una temporada más que positiva, me sentí muy bien con el equipo, con la forma de jugar y la identidad que buscamos para nuestro juego. Sinceramente me siento muy cómoda, el equipo me dio muchísima confianza en esta temporada y eso lo valoro muchísimo”, aseguró Suárez al analizar su desempeño durante este año.
El camino en las selecciones formativas
“El primer llamado fue para un Plan de Altura y Talento, en el año 2014. Al año siguiente me llamaron para la preselección u15 que jugaban un Pre-Mundial, pero no quedé entre las 12. Eso fue muy triste para mí, pero entendí que quizá no era mi momento y que tenía muchísimas cosas por mejorar. Desde ese día empecé a trabajar más duro porque mi sueño era vestir esa camiseta”, confesó.
El trabajo rindió sus frutos: además de ser una de las juveniles más destacadas de nuestra liga, finalmente tuvo la oportunidad de jugar con la Selección Argentina. Fue campeona en el Sudamericano U17, logró la clasificación en el FIBA Américas 2018 en México y disputó el Mundial de U19 de Tailandia 2019.
“Un recuerdo que tengo con la Selección es una gira por Francia en 2017, fue la preparación al Sudamericano, ahí nos quedamos en casa de familia, la gente de ahí nos alojaba y eran como nuestros “papás” durante el tiempo que estábamos en competencia, nos llevaban a los partidos, nos hacían la comida, todo como si estuviéramos en casa. Fue hermoso, teníamos hinchada, hacían banderas argentinas, y nos cantaban, eran súper fanáticos nuestros, me acuerdo que también se hicieron remeras, sentíamos tanto cariño por parte de ellos, fue increíble, te sentías como en casa”.
Además de jugar con las selecciones inferiores de nuestro país, tuvo la posibilidad de viajar a Qatar en el 2019, escenario en el que disputó los Juegos de Playa en la modalidad 3×3, otra disciplina a la que fue convocada para los entrenamientos de Selección que se realizarán en este 2021.
“La verdad que me siento muy bien, si bien es básquet, no es lo mismo que el 5×5, pero cuando me tocó jugarlo me adapté bastante rápido y me gustó mucho. La diferencia que noto es que el 3×3 es un juego mucho más rápido en todos los sentidos, es mucho más dinámico, intenso y potente. También tenés menos tiempo para resolver en ataque”, analizó sobre este desafío.
Ante la pregunta de qué siente al vestir la celeste y blanca Camila aseguró: “Demasiadas emociones encontradas, es muy difícil poder expresar en palabras lo que siento cuando me pongo esa camiseta, es algo muy lindo. Cada vez que escucho el himno se me eriza la piel, algo único, lo mejor que me pudo pasar como jugadora. ¡Es un tremendo orgullo!”.
Cami hoy
“El apoyo de mi familia siempre fue el mejor, sin dudas que sin su apoyo hoy no estaría en el lugar que estoy, ellos son mi sostén y fuerzas para seguir. Son los que están en cada caída y en cada paso que doy. Son un estandarte muy importante en mi vida”, aseguró Camila, quien hoy aún se encuentra lejos de casa ya que tiene la cabeza puesta en los siguientes compromisos con la Selección.
Pero jugar al básquet no es su única actividad: “Estoy estudiando el profesorado de Educación Física. En mis tiempos libres me gusta tomar mates, leer algún que otro libro, escuchar música”. El próximo mes tendrá la posibilidad de entrenar junto a Melisa Greter, quien es su referente en el deporte y que ya ha cumplido los sueños que ella tiene para su futuro: “Jugar en la Selección Mayor y en Europa”.
Agustín Pérez Tapia y su ascenso hasta ser una revelación de la Liga

Tras recibir al deporte como herencia, su crecimiento fue sostenido y le permitió subir 3 categorías en el básquet argentino. Las anécdotas del base de 22 años y su gran presente en Argentino de Junín.“Me tocó jugar profesionalmente desde muy chico. Ir avanzando de categoría en categoría fue lo mejor que pude hacer, porque cada año me dio algo diferente, un aprendizaje más. Y tuve que ir cambiando mi cuerpo, mi juego, de una u otra manera, porque cuando entrenás con jugadores mayores te das cuenta de que es otra cosa, y tenés que adaptarte”.
De la competencia local al Federal. Del Federal a la Selección y después a la Liga Argentina. En noviembre del año pasado cumplió el sueño de llegar a la Liga Nacional, donde no desentonó. Agustín Pérez Tapia fue una de las apuestas de Argentino de Junín para disputar una nueva temporada en la máxima categoría y cumplió con creces.
El base nació en Neuquén el 19 de marzo de 1999 y, días después de haber cumplido 22 años, es el protagonista de una nueva edición de #TalentosDeLiga. Pérez Tapia, quien ya vistió la camiseta albiceleste, es uno de los nombres rutilantes de la usina de talentos permanente que representa la Liga Nacional y que tarde o temprano alimentará a la Selección mayor que tiene argumentos para sostener su protagonismo internacional en el futuro.
Agustín, como varios de los que pasaron esta sección, llegó a la naranja por herencia: “Vine con la pelota desde la panza, y a los 3 años ya estaba en la cancha. Mi papá, Sebastián, jugó en Pacífico, y después se hizo técnico. Mi mamá, Andrea Santángelo, jugó toda su vida también, y hoy, con 48 años, sigue jugando en el club Alta Barda, donde la dirige mi viejo”. Su simpatía traspasa la pantalla desde la primera respuesta, .
– ¿Y eso como influye en la casa?
– Y… por ahí hay peleas, pero es así (se ríe). Ella sigue jugando, no sé cómo hace. Son muchos años, y tuvo cuatro hijos. Mis tres hermanas -todas más pequeñas- también juegan. La más chica (7) está empezando, pero las otras dos ya tienen su camino hecho. Hoy juegan en Biguá y disfruto mucho de verlas. Pero sí: siempre terminamos hablando de básquet, y por eso son entretenidas las cenas en su casa.
Pérez Tapia era el típico nene que se la pasaba picando la pelota al lado de la cancha mientras otros entrenanaban. Practicaba su mamá, estaba ahí picándola. Lo hacía su tío (Mauricio “Boty” Santángelo, otro de los responsables de la herencia) y el nene estaba ahí dribbleando y tirando.
“Ahora que lo pienso era muy pesado”, reconoce entre risas. Pero sin dudas aquellos recurdos de su infancia constituyeron la piedra basal de la pasión que tiene hoy en día por el deporte, en particular por el básquet porque, si bien disfruta de otras disciplinas, subraya que es muy malo para todas ellas.
Aunque sus primeras cinco prácticas fueron en el Club Atlético Neuquén, Agus puntualiza que empezó a jugar en Independiente, donde dirigían su padre y el “Boty”. Allí hizo todo el mini básquet, hasta que llegó la primera mudanza.
Plaza Huincul: el inicio del sueño a 100 km de Neuquén.
Cuando Agustín tenía 12, le llegó a su padre la oferta para ser asistente técnico del plantel de Pérfora de Plaza Huincul, equipo que iba a disputar su primera temporada en el Torneo Federal: “Él nos preguntó si queríamos ir y la verdad que no lo dudamos. Si bien no conocíamos, fuimos, eran 100 kilómetros, nos instalamos y seguimos la vida normal: con la escuela, con el básquet, y durante casi 10 años fue así”.
Esa ciudad marcó un antes y un después en su vida: “Desde que llegué siempre me interesó cómo entrenaba el equipo del Federal, y encima porque estaba mi viejo ahí, entonces siempre me quedaba a verlo. A esa edad era U13, iba a los partidos y los veía, y yo quería jugar. Por suerte, ya a los 14 a veces me llamaban para entrenar cuando faltaba uno, al principio, y cuando terminó ese año ya estaba entrenando más seguido con ellos”.
En ese momento, justo cuando Agustín empezaba a entrenar más seguido con el equipo Federal, sonó el teléfono del presidente del club con una noticia jamás esperada: la convocatoria para la Preselección Argentina.
“¿Dónde queda Plaza Huincul?”
Con 14 años, y durante un Argentino de Clubes recibió la primera convocatoria para ir al CeNARD a entrenar con la Preselección con vistas al Sudamericano que se disputaría en Venezuela.
Sin embargo, no todo fue color de rosas: “Al primer entrenamiento llegué tarde, porque era el viaje más largo que había. Neuquén-Buenos Aires, en colectivo, es un montonazo, aproximadamente un día, es un garrón. Cuestión que llego tarde, subo esas escaleras que tiene el CeNARD, entro por la puerta a la cancha y cuando entro veo que era todos enormes, gigantes. Y yo me preguntaba ‘¿qué hago acá?’ Ya estaban todos entrenando, la volcaban todos para atrás, a dos manos, y yo con suerte tocaba el aro”.
El impacto inicial fue por duplicado ya que en Neuquén no estaba acostumbrado a ver chicos de su edad de dos metros y monedas: “Eran todos gigantes de verdad. Pero ya estaba ahí y quería disfrutarlo. Después, entrenando, ya empecé a entrar en ritmo. Obvio que había jugadores que sobresalían, pero yo siempre me sentí bien, tanto en el físico, como en el juego. No sentí mucha diferencia”.
Eso fue tan sólo el principio. “Después de entrenar, que nos empezamos a conocer, todos me preguntaban de dónde era y dónde es Plaza Huincul. Nadie sabía dónde quedaba, porque los chicos eran todos jugadores de equipos de Liga, o de Liga de Desarrollo, y yo venía del Federal. Y yo les explicaba que era en Neuquén, y todos se sorprendían. Encima, yo no había ido a la primera convocatoria, porque no me conocían, no había tenido torneo Argentino y no me habían llamado”, admite.
Tantas aventuras finalmente trajeron sus frutos. El chico que venía de lejos terminó quedando entre los 12 que viajaron al Sudamericano de Venezuela: “Al representar al país no hay con qué darle. Estar en una preselección es una locura, y estar en una Selección ni te cuento. Tuve la suerte de conocer diferentes países gracias a eso, porque después fuimos a una gira antes del Premundial, al siguiente año. Fue por Serbia y Eslovenia. Era ir en un avión a Europa con 16 años, imagínate. Un avión enorme, todo enorme, todo otro mundo. La verdad que con esa edad, vivir eso fue una locura. Sin el básquet no hubiese ido nunca a Serbia, no se, digo yo, pero a los 16 años no creo”.
El inicio del camino rumbo al profesionalismo
El Agustín que se fue a Buenos Aires sin dudas no fue el mismo que volvió a Pérfora: “Entrené de otra forma, jugaba de otra forma. No estaba acostumbrado a ir al gimnasio todos los días, y en el CeNARD íbamos todos los días a levantar pesas. No estaba acostumbrado y se notaba. Por ese lado me motivó mucho”.
A tal punto que, después de dos temporadas en el Federal con muchos minutos y protagonismo, con tan sólo 17 años tomó la decisión de buscar nuevos rumbos y le llegó la posibilidad de jugar en la segunda categoría del básquet argentino con San Isidro de San Fransico, en Córdoba: “Ese año yo quería jugar otra cosa, quería ver si podía dar el salto de categoría y tratar de jugar ahí como lo estaba haciendo en el Federal, con buenos minutos. Quería salir de mi zona de confort, alejarme de mis papás, irme de mi club de toda la infancia, quería probar otros desafíos”.
“Me fui a 20 horas de viaje, a la ciudad más lejana. Estaba solo, más allá de los compañeros del equipo, lejos de todo. Me fui con las intenciones de disfrutarlo, porque si era lo que yo quería para mi futuro, lo tenía que hacer, sino, tendría que dedicarme a otra cosa. Pero las primeras dos semanas me quería ir, no quería estar ahí. No es que la pasaba mal, pero extrañaba. Estás un rato entrenando, te olvidás de todo, pero después volvés a tu casa y estás solo, entonces la cabeza no ayuda. Después te acostumbrás”, reconstruye el neuquino.
La vuelta a tierras conocidas
Después de una buena temporada en la que San Isidro terminó salvándose de pelear por mantener la categoría, Agustín decidió volverse a Neuquén. “Mi mamá no la estaba pasando bien, entonces preferí estar cerca por las dudas. No era grave, pero por si acaso, yo quería estar ahí”.
Pero claro, el básquet seguía siendo su pasión. “Empecé a ver y justo Centro Español estaba jugando la Liga Argentina, y por suerte se dio todo. Mi tío estaba dirigiendo ahí, y pudimos concretar todo para que yo pueda jugar con ellos. Estaba cerca de la familia, jugando la misma categoría que quería seguir jugando. También quería tener el mismo rol que hubiera tenido en Córdoba. Era casi lo mismo, pero más cerca, y todos lo entendieron”, reconoce.
“Nos fue bien, clasificamos a Playoffs, pasamos uno y el segundo lo perdimos ahí en el último partido con Viedma, que tenía un equipazo. Pero tenía un rol muy protagónico, estaba mejor físicamente, y mejor en ofensiva y en defensa. Había notado en mí que ya era mi segunda temporada, que estaba acostumbrado a jugar así. Empecé a tener muchos minutos, a ser titular en algunos partidos, y a jugar y a hacer lo que me gusta. En ningún momento me hicieron notar que tenía 19 años”, explica Pérez Tapia.
El sueño cumplido: la Liga Nacional
“Cuando veía la Liga por la tele, yo decía que algún día quería estar ahí, pero lo veía muy lejano, como un sueño. Después cuando empecé con el Federal se volvió más cercano, y ni que hablar cuando llegué a la Liga Argentina y me demostraba a mí mismo que podía seguir”, precisa Agustín.
Ya en su segundo año en Plottier, el propio jugador sentía que había realizado un gran progreso en poco tiempo. Así como cuando en Pérfora decidió dar el salto a la Liga Argentina, esta vez le ocurrió lo mismo en Español. Estaba para más, o al menos eso sentía. Y cuando un jugador piensa así, nada se puede interponer entre él y su futuro.
“‘Che, Argentino está interesado en vos..’ SÍ, les dije. Quería jugar la Liga, quería ver, quería probar. No lo dudé, necesitaba jugar, así que me vine a Argentino. Cuando nos permitieron entrenar nos fuimos para Junín. Tuvimos un mes de pretemporada, cortísima, pero a la vez durísima. Matías Huarte me dio la bienvenida, y me dijo que no iba a mostrarme, sino que él sabía cómo jugaba, así que tenía que disfrutar, que ahí todos iban a tirar para el mismo lado”, destaca el joven de 22 años.
Tanto Huarte como el cuerpo técnico del equipo Turco lo ayudaron muchísimo durante la temporada, depositando mucha confianza en él. En ese contexto, Pérez Tapia destacó la labor del PF, Mauro Ilacqua: “Me cambió mucho mi cuerpo y el tema de ir al gimnasio, me notaba más explosivo, más rápido, más vertical. Por todos lados creo que mejoré en ese salto a la Liga”.
“Al principio costó, pero después te vas adaptando a lo que es La Liga, aunque fue una temporada atípica, lógicamente. Fue muy desgastante, porque quieras o no, la forma en que se jugó influyó mucho, y no llegábamos a descansar. Pero había que adaptarse y jugar, porque éramos privilegiados de estar jugando. La disfruté totalmente”, destaca.
“Cuando jugué los primeros partidos, en la ida digamos, pensaba: ‘a estos los vi jugar en la tele el año pasado, y mañana lo tengo que defender’, y quieras o no te corre algo adentro, que decís… ‘qué lindo’, y no quería desaprovecharlo”.
– ¿Dónde ves a Agustín Pérez Tapia de acá a unos años?
– Quiero jugar más temporadas en la Liga Nacional y seguir avanzando y progresando, como lo vine haciendo estos años, que vengo bien en una categoría, y cuando esté listo diga, bueno, estoy para otro cambio. No sé, probar en otro país me encantaría, sería otro sueño a cumplir. Pero quiero seguir progresando, sin conformarme nunca con lo que hice.